amos a contar historias! Pero solo vamos a usar las estructuras de AQUÍ.

Tengo que comprar comida para mi casa, es urgente. No tengo nada de comida en la nevera y voy a tener invitados esta noche. Tengo que comprar mucha cerveza y un poco de comida.
Voy a ir al supermercado, seguro que hay mucha gente… Lo primero, tengo que aparcar el coche, pero no puedo. Hay muchos coches, y muchos coches ocupan dos plazas porque están mal aparcados.
Tengo que aparcar muy lejos. El supermercado es una aventura increíble. Ahora voy a entrar, pero no puedo pasar. En la puerta del supermercado hay dos familias.
Están hablando de cosas muy importantes como que hace calor. Nadie se mueve, hay 20 personas que tienen que esperar. Las familias son muy educadas y hablan muy alto, así todo el mundo puede escuchar la interesante conversación.
Cuando puedo pasar hay dos niños jugando en medio del supermercado, uno de los niños tropieza delante mía y la madre grita:
– ¡Niño! ¡Ten cuidado!
Todo el supermercado puede escuchar a la madre, pero no es importante para nadie. Cuando puedo entrar al final, el pasillo está bloqueado por una abuela que anda muy despacio.
Ella quiere ver todos los productos muy bien, pero desde el centro del pasillo. Lleva un carro y es una señora muy grande. Necesito tres minutos para pasar por el pasillo, pero cuando llego al final, tengo que andar para atrás porque la abuela ha decidido volver.
En la sección de fruta hay un trabajador del supermercado con su jefa. Ella tiene que escribir los productos que faltan y el trabajador que tiene cara de cansado tiene que contar las manzanas. No puedo coger mis manzanas ahora…
En la pescadería tienes que coger un número. El mío es el 157, el número en el letrero luminoso es el 21. La abuela está hablando con la pescadera.
– Quiero sardinas. ¿Cuánto cuestan? ¿Son caras? No, no quiero sardinas, mira los boquerones… bueno espera niña, pésame los calamares. Voy a hacer una paella porque mañana va a venir mi hijo el de Córdoba a la casa. A mí no me gusta su novia nueva…
Me voy sin pescado. Es imposible. Luego voy a la sección de bebidas alcohólicas. Está llena de niños que juegan con una pelota. Los padres miran el vino, las madres gritan desde el pasillo de atrás y yo no puedo coger una caja de Victoria.
Cuando por fin puedo coger la caja, el plástico se rompe y cinco latas salen rodando por el suelo. ¡A veces prefiero morir antes que ir al supermercado!
Por fin voy a la caja. Hay una cola enorme. Delante mía hay una pareja con un bebé. El niño está llorando muy alto porque quiere comer chocolate, pero tiene que esperar a que el padre pague la cuenta. La cajera habla por el micrófono:
– Señorita Mari Pili acuda a caja 5, señorita Mari Pili acuda a caja 5
Entonces escucho a Mari Pili, tiene que cargar un palet de leche y está gritando:
– ¡Llama a Carlos, no puedo ir a la caja ahora!
– Señor Carlos acuda a caja 5, señor Carlos…
Cuando la gente tiene que pagar nunca tienen cambio. Siempre tienen que pedir dos bolsas extras, y un minuto después otra más. Los niños son muy impacientes, los adultos también, pero los abuelos no tienen prisa. La gente habla muy alto con la persona más lejana del supermercado y siempre tienen que llamar a otra persona para trabajar en la caja de al lado. Nadie usa los separadores y la cajera me quiere cobrar una caja de Tampax.
El supermercado es una tortura en las horas punta, y la cerveza no está fría…
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